Se
lo buscaron las antiguas civilizaciones, los filósofos griegos, los pensadores
de todos los tiempos, hasta los Monty Phyton en su último largometraje. Todos
huían de la simplicidad del vivir por vivir, del estar aquí sin otra motivación
que ir viendo como pasan los años hasta la llegada de lo inevitable. El temor a
la muerte nos quema con un hierro incandescente y nos hace buscar una razón
para vivir que vaya más allá de la banalidad del día a día. El objetivo último
no es el amor, ni las metas profesionales, ni ayudar a quien nos necesita, ni
tener hijos para salvaguardar la especie, ni morir en paz con uno mismo. No hay
un objetivo último. No hay un final que buscar. Hay un camino y es ese camino
al que hemos de encontrarle un sentido, algo que lo justifique, que lo haga
emocionante, distinto cada día. La respuesta es por tanto más sencilla de lo
que puede parecer: pasión. Esa que hace desaparecer las rutinas y convierte
cada hora en un relato de misterio, o en uno filosófico, o en uno erótico. El
sentido de la vida es la pasión. Sentir con toda el alma. Con todo el corazón.
Hacer lo que hacemos implicando a todos nuestros sentidos, a los cinco
conocidos y a todos los demás desconocidos, a esos otros que nos ponen la piel
de gallina, que nos empequeñecen las pupilas y que nos engrandecen el espíritu.
Hacer las cosas con la fuerza del primer día, eso es pasión y es vida. Dejarnos
embriagar por el aroma de las cosas que hacemos bien y no cansarnos jamás de oler
tan dulce aroma. El mismo que destilan las cosas que otros hacen por nosotros.
Acariciar almas a través de pieles, colarse a través de lo coloreado de los
ojos hasta lo más profundo de la persona que nos mira, no gastar besos por
whatsapp y disfrutarlos siempre como si fueran a un tiempo el primero y el
último. Eso es pasión, y vida. Eso le da sentido a cada día. Nuestra existencia
es tan exigua, tan breve comparada con la edad del Universo que buscarle otro
sentido es absurdo. No hay tiempo. Duramos un instante y si nos dieran a elegir
como querríamos que fuese ese instante elegiríamos que fuera pasional. Eso ni
se compra ni se vende. Se siente.
Jose
Diaz
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