lunes, 20 de mayo de 2013

El sentido de la vida


Se lo buscaron las antiguas civilizaciones, los filósofos griegos, los pensadores de todos los tiempos, hasta los Monty Phyton en su último largometraje. Todos huían de la simplicidad del vivir por vivir, del estar aquí sin otra motivación que ir viendo como pasan los años hasta la llegada de lo inevitable. El temor a la muerte nos quema con un hierro incandescente y nos hace buscar una razón para vivir que vaya más allá de la banalidad del día a día. El objetivo último no es el amor, ni las metas profesionales, ni ayudar a quien nos necesita, ni tener hijos para salvaguardar la especie, ni morir en paz con uno mismo. No hay un objetivo último. No hay un final que buscar. Hay un camino y es ese camino al que hemos de encontrarle un sentido, algo que lo justifique, que lo haga emocionante, distinto cada día. La respuesta es por tanto más sencilla de lo que puede parecer: pasión. Esa que hace desaparecer las rutinas y convierte cada hora en un relato de misterio, o en uno filosófico, o en uno erótico. El sentido de la vida es la pasión. Sentir con toda el alma. Con todo el corazón. Hacer lo que hacemos implicando a todos nuestros sentidos, a los cinco conocidos y a todos los demás desconocidos, a esos otros que nos ponen la piel de gallina, que nos empequeñecen las pupilas y que nos engrandecen el espíritu. Hacer las cosas con la fuerza del primer día, eso es pasión y es vida. Dejarnos embriagar por el aroma de las cosas que hacemos bien y no cansarnos jamás de oler tan dulce aroma. El mismo que destilan las cosas que otros hacen por nosotros. Acariciar almas a través de pieles, colarse a través de lo coloreado de los ojos hasta lo más profundo de la persona que nos mira, no gastar besos por whatsapp y disfrutarlos siempre como si fueran a un tiempo el primero y el último. Eso es pasión, y vida. Eso le da sentido a cada día. Nuestra existencia es tan exigua, tan breve comparada con la edad del Universo que buscarle otro sentido es absurdo. No hay tiempo. Duramos un instante y si nos dieran a elegir como querríamos que fuese ese instante elegiríamos que fuera pasional. Eso ni se compra ni se vende. Se siente.

Jose Diaz

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