martes, 4 de junio de 2013


                               El corrillo del kiosco

   Desde tiempos inmemoriales, casi desde que el tiempo es tiempo, los seres humanos han mantenido encuentros “casuales” en los sitios más diversos para compartir puntos de vista sobre la vida. Los romanos por ejemplo, lo hacían en las saunas o los baños públicos. Llegaron a tener lugar en ellos, auténticos debates sociales, incluso alguna que otra conspiración criminal. Durante la Edad Media y el Renacimiento los mercados populares eran los eventos elegidos para esas charlas mundanas. A medida que pasaron los siglos fueron surgiendo nuevos puntos de encuentro improvisados. Uno de los más actuales y peculiares, es el de la sala de espera de los ambulatorios. Hay quienes llegan un par de horas antes de tiempo, para absorber y disolver la mayor cantidad de información posible: defunciones y nacimientos, separaciones y divorcios, bodas y cuernos,… en fin, todo lo socialmente llamativo. El super, con la cola de la carnicería o la de la pescadería también se presta a tan humana actitud, motivada por esa indiscutible peculiaridad del hombre: la curiosidad, la necesidad de saber, cuyo fin no es el mero conocimiento sino la posibilidad de transmitir ese saber a otros. Un kiosco también sirve de ejemplo. ¿Nunca les ha sucedido que al ir a comprar su revista o su periódico, un pequeño grupo de personas estuvieran discutiendo allí sobre algo? ¿No les ha apetecido entonces aportar su opinión? Puede que algo les frenase y simplemente escuchasen a los otros con una disimulada sonrisa, pensando que Mourinho es mejor estratega que el Pep, que Contador no se ha dopado jamás o que los bipartitos si que funcionan. Pensando pero sin decir palabra. Pues yo les invito a que se pronuncien. El corrillo del kiosco o cualquier otro, acostumbran a ser  respetuosos y democráticos, además de enriquecerse de las opiniones de todos y todas. El secreto de su riqueza como el de tantas otras cosas está en su diversidad. En el mismo corrillo mañanero pueden coincidir el sempiterno madrugador, el que todavía va camino de la cama, el médico que sale de guardia, la cajera del supermercado en su descanso, el concejal, el deportista, el farmacéutico, el estudiante, el parado,… Todos con sus propias inquietudes y criterios. ¡Lo que seria capaz de crear el gran Cunqueiro con tan florida fauna ibérica!

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