Desde
tiempos inmemoriales, casi desde que el tiempo es tiempo, los seres humanos han
mantenido encuentros “casuales” en los sitios más diversos para compartir
puntos de vista sobre la vida. Los romanos por ejemplo, lo hacían en las saunas
o los baños públicos. Llegaron a tener lugar en ellos, auténticos debates
sociales, incluso alguna que otra conspiración criminal. Durante la Edad Media
y el Renacimiento los mercados populares eran los eventos elegidos para esas
charlas mundanas. A medida que pasaron los siglos fueron surgiendo nuevos
puntos de encuentro improvisados. Uno de los más actuales y peculiares, es el
de la sala de espera de los ambulatorios. Hay quienes llegan un par de horas
antes de tiempo, para absorber y disolver la mayor cantidad de información
posible: defunciones y nacimientos, separaciones y divorcios, bodas y cuernos,…
en fin, todo lo socialmente llamativo. El
super, con la cola de la carnicería o la de la pescadería también se presta
a tan humana actitud, motivada por esa indiscutible peculiaridad del hombre: la
curiosidad, la necesidad de saber, cuyo fin no es el mero conocimiento sino la
posibilidad de transmitir ese saber a otros. Un kiosco también sirve de
ejemplo. ¿Nunca les ha sucedido que al ir a comprar su revista o su periódico,
un pequeño grupo de personas estuvieran discutiendo allí sobre algo? ¿No les ha
apetecido entonces aportar su opinión? Puede que algo les frenase y simplemente
escuchasen a los otros con una disimulada sonrisa, pensando que Mourinho es
mejor estratega que el Pep, que Contador no se ha dopado jamás o que los
bipartitos si que funcionan. Pensando pero sin decir palabra. Pues yo les
invito a que se pronuncien. El corrillo
del kiosco o cualquier otro, acostumbran a ser respetuosos y democráticos, además de
enriquecerse de las opiniones de todos y todas. El secreto de su riqueza como
el de tantas otras cosas está en su diversidad. En el mismo corrillo mañanero
pueden coincidir el sempiterno madrugador, el que todavía va camino de la cama,
el médico que sale de guardia, la cajera del supermercado en su descanso, el
concejal, el deportista, el farmacéutico, el estudiante, el parado,… Todos con
sus propias inquietudes y criterios. ¡Lo que seria capaz de crear el gran Cunqueiro
con tan florida fauna ibérica!
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