lunes, 20 de mayo de 2013

El despertar


Después de años sin gozar los privilegios del sueño involuntario, una de las pocas cosas de la vida que nos complacen aun cuando nos son impuestas, se produjo por fin el hecho de experimentar tan, a priori, formidable experiencia. El anestesista le aseguro al principio que las cosas le darían vueltas y se sentiría un poco mareado. No mentía. Lo prometido, hecho deuda, sobrevino al estilo de una borrachera leve y su cabeza, giró dentro de sí con un moderado autocontrol. Poco después, el mismo hombre, le aseguro que esta vez, sentiría una gradual y constante pérdida de fuerzas que le llevaría a un sueño profundo, del que sólo despertaría una vez terminado todo. Casi al instante, trató de mover los dedos de las manos sin éxito alguno, lo mismo y con idéntico resultado le paso con los pies y con la cabeza. Quiso compartir con el equipo médico tan frustrantes sensaciones de debilidad, pero no pudo siquiera abrir la boca, ni mover la lengua. Justo en ese instante, llegó el momento más dramático. Visto que todo esfuerzo era en vano quiso conformarse solo con respirar, que menos. Pero tampoco eso fue posible. Se durmió con ese último pensamiento en la cabeza, con la idea de que no era tan siquiera capaz de empujar el aire, tan liviano él, al interior de sus pulmones. Lo sucedido durante la hora y media siguiente seria para siempre una desconocida incógnita. No vio durante ese tiempo cirujanos sin cabeza revoloteando a su alrededor, ni ángeles custodiándole, ni antepasados fallecidos tiempo atrás. Ni siquiera luces de colores. Si vio o sintió algo, tales cosas debieron quedar custodiadas bajo llave en algún recoveco de su cerebro. El encargado de arreglar los entuertos que el infortunio había causado en su cuerpo hizo su trabajo. Se coló en sus sueños y se transformo en arquitecto, carpintero y hasta en costurero de cuerpos con almas dentro. Despertó en mitad del pasillo, transportado en una cama con ruedas, y con él despertó el dolor acumulado durante esa hora y media. Lo hizo como queriendo vengarse por el terrible agravio que le infringieron prescindiendo de él durante ese tiempo. Despertó gritando afligido y casi haciéndole gritar a él mismo. Pero no le dejaron quedarse, sólo le permitieron pedir justicia unos minutos, luego desapareció. Ese es uno de los logros de la humanidad, hemos vencido al dolor. La muerte es otra historia.

Para J.A.L.

No hay comentarios:

Publicar un comentario