Existe una situación social, dañina donde las
halla, que seguramente muchos de ustedes habrán experimentado alguna vez, y que
se da sobre todo, ya llegados a cierta edades más o menos maduras, dado que el
tiempo se va dando tiempo a si mismo para crear nuestra historia personal entre
variables dosis de atino y desatino. Otros son los que acostumbran a fabricar
las historias ajenas, a menudo desde el escondite de las suyas propias, casi
siempre vacías e insulsas. Así, acumulando todo un compendio de verdades a
medias y mentiras de ración completa, surge el cuento de Menganito de Tal. Y el tal Menganito le llueven toda suerte de
miradas juiciosas, comentarios inoportunos y puñaladas traperas, sin comerlas
ni beberlas. Le esperaran donde no preveía que le fueran a esperar, la
zancadilla barriobajera será su perenne cáscara de plátano en el camino y habrá
de desarrollar Don Menganito, globos oculares en la nuca para poder esquivar a
tiempo los golpes que puedan venirle por donde viene siempre la traición.
Profundizando en tales pensamientos, y quizás estimulado por los efectos de una
hasta ese momento desconocida anestesia general pal cuerpo hace unos días, he llegado a la conclusión de que en el
fondo Menganito tiene suerte. Y me explico fácilmente con un símil: nadie
hablará de nosotros cuando estemos muertos. Si nuestro Menganito no fuera
importante para los menganitos con minúscula, no inventarían su historia ni
tendrían prejuicio alguno sobre él o ella, que no están tampoco exentas las
féminas de los Cuentacuentos. Les resultaría tan anodino como ellos mismos, tan
banal como un rollo de papel higiénico a medio terminar o como un ambientador
en forma de árbol en un utilitario blanco. Así es que como les decía, Menganito
es afortunado, no por resultar importante para las huecas existencias de los
insustanciales, sino por hacer sus vidas, las de tantos, más llenas, ricas y
entretenidas. Es como esos malos de la película que inevitablemente acaban
cayéndonos mejor que sus contrarios. Cuanto mas quijotesca se va haciendo su
historia, más importante y hasta más digna se va haciendo su figura. No resulta
todo esto tan increíble a nada que meditemos sobre esa peculiaridad tan de
nuestro mundo como es la de ser profundamente contradictorio. Empezó a serlo
con un diluvio que sobrevino en pleno verano
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