sábado, 1 de junio de 2013

Cincuenta mil geranios espectrales


Llega la primavera. Es tiempo de que todo se torne multicolor y las hierbas –y hierbajos- crezcan por doquier alentadas por la descomposición de las hojas otoñales y de los primeros rayos de un sol que empieza a parecerse a un verdadero astro rey dejando atras la tímida cobardía invernal. Es hora de comprometerse con el proyecto biquini, es tiempo de creer equivocadamente una vez mas, que delgadez es sinónimo de belleza camuflando narices torcidas y demás rasgos amorfos en las escasas cavidades tridimensionales de una talla 38. Es tiempo de adquirir bronceadores que aúnen en uno solo protección solar y garantía de un bronce hollywoodiense que borre, junto al blanco natural, cualquier atisbo de fealdad. Y por supuesto, es hora de hacer deporte. De enfundarnos el chándal y hacer acopio de moral saliendo a los paseos marítimos, fluviales o campestres con el corazón a todo latir y la frente goteando esfuerzo, empañándonos la sesera y cualquier frívolo deseo de dar media vuelta y volver al trono mullido que nos espera impaciente frente a la tele. Es el momento de asir con firmeza la constancia de nuestra caminata de 5 km diarios, de los 40 dando pedales o del par de kilómetros de piscina. Si todo va bien en tres meses seguiremos igual de feos, mas o menos parecido de robustos pero cien veces mas sanos. Durante ese periodo de autoafirmación personal y de lucha con uno mismo, debemos estar atentos a las tentaciones que la sociedad irá sembrando a nuestro paso, en forma de doble ración de patatas fritas con huevos para darles color, de leve brisa de verano transformada en frio polar por ese grupo detestable de neuronas que se ocupan de hacernos inconstantes o…!mucho cuidado! en forma de fantasmones de carne y hueso sin otro estímulo que convertir nuestra valorable afición en una desdeñable y banal gilipollez. Esos que dicen correr 30 kilometros, hacer pesas siete horas o pedalear al ritmo del mismo Alberto Contador (sin necesidad además de ninguna suerte de chuletón mágico). Todos esos especímenes que ni siquiera pecan de arrogancia sino de algo parecido en sonoridad: ignorancia, no deben ni por un instante enturbiar nuestro sentido de la responsabilidad. Todo lo contrario, pues sin saberlo también nos ayudan a entrenar a esos 430 músculos que se activan cuando nos reímos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario